sábado, 6 de octubre de 2012

Gánsteres a los veinte

Tras sus versos, mucho cine, muchas películas de cine negro de los años 30-40. Y su predilección por las historias de gánsteres, con sus pistolas, sus zapatos de charol y el tabaco rubio. “Elegía”, de Pere Gimferrer, poema incluido en “La muerte en Beverly Hills” (1967) como precedente de “South Wabash Avenue”, de Luis Alberto de Cuenca. Ambos (estos dos poemas) veían la luz en los apenas veintipocos de sus autores y ambos (poetas) asistían como invitados al taller de poesía de Eduardo García cuarenta años más tarde para reavivar estos versos de gánsteres, dolor (oculto) y muerte. 

 Pere Gimferrer en el taller de poesía de Eduardo García
Fotografía de Lola Araque

Gimferrer, que no ha estado nunca y puede que no lo llegue a estar en Beverly Hills, teje el poema con yuxtaposiciones de imágenes, -de ninguna película en concreto, precisa- cinematográficas todas, y distintos tonos, recurriendo a la cursiva y la rima para emular una mala traducción de alguna canción de habla inglesa. Apenas cinco años más tarde, Luis Alberto de Cuenca, cuya película favorita es Scarface, retoma esta presencia femenina (y mortal) que deambula por la ciudad en “South Wabash Avenue” y, de nuevo, alusiones cinematográficas o pictóricas, para que imaginemos el mundo en el que nos adentramos, y detalles sádicos de gánster. A su vez (y esto lo desconocíamos), una pérdida: la de la mujer amada, Mª Rosa en el caso de Pere Gimferrer y Rita (una mujer pálida, muy blanca y de ojos casi transparentes), en el de Luis Alberto de Cuenca. 

De la torrencialidad, en el caso de Gimferrer, a la síntesis epigramática de Luis Alberto de Cuenca y sus finales sorpresivos, las referencias cinematográficas y esa predilección por los gánsteres en algunos poemas. Aceptaron el reto de participar en una sesión del taller de poesía para, cada uno a su manera, ahondar en los entresijos de sus poemas y hablarnos de sus maestros. Luis Alberto de Cuenca insistió en que “Si los poemas no tienen una verdad personal, es mejor no escribirlos”. Nos habló de los poemas simplemente correctos, de encargo, y de los que verdaderamente laten por las historias que concentran (escondidas), para sentenciar finalmente: “El ejercicio de la literatura es vano, inútil, si no va acompañado de emoción personal”.
Luis Alberto de Cuenca. Fotografía de Lola Araque

Por su parte, Pere Gimferrer nos advirtió que el verso libre a menudo es una mezcla de heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos, y de la importancia de leer en varias lenguas -la poesía no puede ser traducida-, así como de lo imprescindible de Góngora y Rubén Darío. Nos recomendó tremendamente la lectura de Ensayos de poética, de Roman Jakobson, y, lo más importante, nos reveló que “La poesía puede decir cosas imposibles, pero jamás cosas no visualizables”.

Ahí estaban, a este lado de los ventanales del Palacio de Orive, Pere Gimferrer y Luis Alberto de Cuenca, con versos entre las manos, recordando lecturas y rememorando esos gánsteres de los poemas de los veintitantos.
Pálida señorita del paraguas

PD: En realidad, también pasó que pálida señorita del paraguas se encontró con su creador, esto es, con el autor del verso que le ha atribuido tal personalidad y le temblaron las piernas. A su vez, conoció a la increíble mujer que acompaña al creador de pálida señorita del paraguas, Cuca. Incluso, se colocó entre ambos en una foto. Puede que ya sea hora de que mostremos el poema que habla de la pálida señorita

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